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Larga mañana de Sábado, o quizás no. [Fenrir]
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Larga mañana de Sábado, o quizás no. [Fenrir]
Después de asearse un poco, volvió a la habitación para abrir su baúl y buscar algo de ropa por la que optar, pues el uniforme en fin de semana no era precisamente una opción. Así que se vistió unos pantalones vaqueros y una chaqueta de color gris marengo. Cruzó todas las habitaciones de la torre con mucho sigilo hasta llegar a las escaleras que la llevarían a la Sala Común. Había dos niñas nuevas las cuales a su paso parecieron sentir verdadero pavor, como todas las pequeñas, estaban asustadas. Les sonrió con calidez para que vieran que no debían preocuparse.
Dio la vuelta a una esquina donde un retrato la miraba con desprecio y al fondo pudo ver la gran puerta de entrada, a la que se dirigía con todos sus bártulos.
El olor a pastel de calabaza se le quedó grabado en el cerebro al pasar cerca del Gran Comedor. Luego se colaría y lo compartiría con él. Con cierto trabajo, abrió la puerta principal que la llevaría a los jardines, desde los cuales, cogería un atajo para llegar al famoso Lago.
Tomó el sendero por el cuál se llegaba a los Invernaderos, aunque aquella mañana no era precisamente su destino; Volvió a suspirar por segunda vez en la mañana, a la vez que era consciente de que estaba llegando al atajo y se desviaba, optando por un camino más frondoso y verde que el otro, además de más corto.
La brisa matutina mecía su cabello a la vez que la cartera comenzaba a pesarle, a veces no le impartía mucha confianza el estar sola mientras caminaba fuera del colegio., le daba la impresión de que le podría pasar algo en cualquier momento y eso no era precisamente…alentador que digamos.
Tardó cero coma en avistar el profundo y lúgubre Lago sobre el cuál revoloteaban algunas aves como lechuzas.
Pronto sintió la gravilla bajo sus pies y supo que había llegado. Tan sólo se oía el graznar e algunos cuervos y el silbido del viento al traspasar las ramas de los árboles con gracia. Se detuvo un instante a contemplar la magnificencia del panorama y poder observar que quizás estar a solas de vez en cuando no era tan malo, podía pensar y recapacitar sobre cosas que le acontecieran. Debería de hacer estas cosas más a menudo, ciertamente.
Así que cuando llegó al tronco, se descolgó la cartera y la posó con cuidado en el suelo, poniéndose de cuclillas junto a ella y abriéndola, para poder maniobrar con mayor facilidad. Se preguntaba si habría crisantemos por allí, eran sus favoritos.
¿Buenos tiempos? Lo dudaba. Simplemente era un rincón de su mente que prefería apartar. Esa parte mundana que la azotaba todas las jornadas con su látigo invisible ya no volvería después de tal instante, nunca jamás.
Injurias, penalidades, prejuicios…todas aquellas palabras la definían a ella, a su madre; eso de ser buena samaritana a ella ni tan siquiera se le había pasado por la cabeza alguna vez. Cada día, su carácter fuerte y arácnido se afianzaba, se retorcía y enmarañaba como su alma; y lo pagaba con ella. Suspiró y comenzó a recoger piedras planas bajo sus pies para más adelante tirarlas al lago, sin mucho más que hacer.
Dio la vuelta a una esquina donde un retrato la miraba con desprecio y al fondo pudo ver la gran puerta de entrada, a la que se dirigía con todos sus bártulos.
El olor a pastel de calabaza se le quedó grabado en el cerebro al pasar cerca del Gran Comedor. Luego se colaría y lo compartiría con él. Con cierto trabajo, abrió la puerta principal que la llevaría a los jardines, desde los cuales, cogería un atajo para llegar al famoso Lago.
Tomó el sendero por el cuál se llegaba a los Invernaderos, aunque aquella mañana no era precisamente su destino; Volvió a suspirar por segunda vez en la mañana, a la vez que era consciente de que estaba llegando al atajo y se desviaba, optando por un camino más frondoso y verde que el otro, además de más corto.
La brisa matutina mecía su cabello a la vez que la cartera comenzaba a pesarle, a veces no le impartía mucha confianza el estar sola mientras caminaba fuera del colegio., le daba la impresión de que le podría pasar algo en cualquier momento y eso no era precisamente…alentador que digamos.
Tardó cero coma en avistar el profundo y lúgubre Lago sobre el cuál revoloteaban algunas aves como lechuzas.
Pronto sintió la gravilla bajo sus pies y supo que había llegado. Tan sólo se oía el graznar e algunos cuervos y el silbido del viento al traspasar las ramas de los árboles con gracia. Se detuvo un instante a contemplar la magnificencia del panorama y poder observar que quizás estar a solas de vez en cuando no era tan malo, podía pensar y recapacitar sobre cosas que le acontecieran. Debería de hacer estas cosas más a menudo, ciertamente.
Así que cuando llegó al tronco, se descolgó la cartera y la posó con cuidado en el suelo, poniéndose de cuclillas junto a ella y abriéndola, para poder maniobrar con mayor facilidad. Se preguntaba si habría crisantemos por allí, eran sus favoritos.
¿Buenos tiempos? Lo dudaba. Simplemente era un rincón de su mente que prefería apartar. Esa parte mundana que la azotaba todas las jornadas con su látigo invisible ya no volvería después de tal instante, nunca jamás.
Injurias, penalidades, prejuicios…todas aquellas palabras la definían a ella, a su madre; eso de ser buena samaritana a ella ni tan siquiera se le había pasado por la cabeza alguna vez. Cada día, su carácter fuerte y arácnido se afianzaba, se retorcía y enmarañaba como su alma; y lo pagaba con ella. Suspiró y comenzó a recoger piedras planas bajo sus pies para más adelante tirarlas al lago, sin mucho más que hacer.
Mary A. McDonald- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 10/01/2011
Re: Larga mañana de Sábado, o quizás no. [Fenrir]
Al fin era fin de semana, el único día en el que podía dormir hasta la hora que me saliese de las narices, y por culpa de un estúpido que roncaba más que mi padre, me había desvelado, si, desvelado. Odiaba cuando eso me pasaba, pues siempre me ponía de mal humor y acababa pagandolo con el primero que pasaba por delante. Vale no, siempre hacía cosas malas para con los demás, pero eso era algo normal en mi.
Me levanté de la cama y comencé a vestirme, sin siquiera prestar atención a nada más que la ropa, pero pronto noté como el estúpido que roncaba pergaba una fuerte bocanada y cogí uno de sus calcetines, y se lo metí en la boca. Se despertó asustado y me miró con los ojos bien abiertos.
-Que sea la última vez que me despiertas un sábado por la mañana... ¿entendido?
Amenacé, y sus ojos aterrorizados continuaron mirándome mientras su cabeza asentía frenéticamente. Le solté ante aquello con algo de brusquedad y tomé mis zapatillas, saliendo de la habitación de una vez por todas, antes de que le hiciese algo peor.
No tenía ni idea de que iba a hacer ahora, pero lo cierto era que no pensaba quedarme dentro del castillo, porque eso solo acarrearía que me cabrease aún más de lo que ya lo estaba, por lo que una vez colocadas mis zapatillas, tomé mi varita y mi capa y salí de allí, dispuesto a hacer algo de provecho, o al menos algo de mi provecho, como pasarme todo el santo día sentado bajo un árbol. Quizá y todo pudiese dormir lo que no me habían dejado anteriormente.
Una vez en los terrenos, di una bocanada de aire, pues aquella mañana no hacía frío a pesar de ser temprano aún. Me guardé la varita en el bolsillo del pantalón y comencé a caminar nuevamente. No tenía rumbo fijo, pero si me fijaba bien iba en dirección al lago, donde tenía previsto ir hacía un minuto. Una vez allí, me senté bajo uno de los árboles, justo a tiempo para ver llegar a Mary a lo lejos.
Era muy raro en mi que tratase a una Gryffindor como la trataba a ella, pero también era muy raro en mi lo que ella me hacía sentir... sinceramente nunca antes lo había sentido y si era sincero me tenía un poco acongojado aquello. Sentía que ella tenía algún tipo de control sobre mi, pues por mucho que me apeteciese morderla, no podía, algo me impedía que provase su sabre y la hiciese de los mios... y era ¿amor? ¡Oh Dios, hasta la misma palabra me repugnaba! Arrugué la nariz con suavidad y la miré.
-Hola
Saludé desde lejos, simplemente para llamar su atención.
Me levanté de la cama y comencé a vestirme, sin siquiera prestar atención a nada más que la ropa, pero pronto noté como el estúpido que roncaba pergaba una fuerte bocanada y cogí uno de sus calcetines, y se lo metí en la boca. Se despertó asustado y me miró con los ojos bien abiertos.
-Que sea la última vez que me despiertas un sábado por la mañana... ¿entendido?
Amenacé, y sus ojos aterrorizados continuaron mirándome mientras su cabeza asentía frenéticamente. Le solté ante aquello con algo de brusquedad y tomé mis zapatillas, saliendo de la habitación de una vez por todas, antes de que le hiciese algo peor.
No tenía ni idea de que iba a hacer ahora, pero lo cierto era que no pensaba quedarme dentro del castillo, porque eso solo acarrearía que me cabrease aún más de lo que ya lo estaba, por lo que una vez colocadas mis zapatillas, tomé mi varita y mi capa y salí de allí, dispuesto a hacer algo de provecho, o al menos algo de mi provecho, como pasarme todo el santo día sentado bajo un árbol. Quizá y todo pudiese dormir lo que no me habían dejado anteriormente.
Una vez en los terrenos, di una bocanada de aire, pues aquella mañana no hacía frío a pesar de ser temprano aún. Me guardé la varita en el bolsillo del pantalón y comencé a caminar nuevamente. No tenía rumbo fijo, pero si me fijaba bien iba en dirección al lago, donde tenía previsto ir hacía un minuto. Una vez allí, me senté bajo uno de los árboles, justo a tiempo para ver llegar a Mary a lo lejos.
Era muy raro en mi que tratase a una Gryffindor como la trataba a ella, pero también era muy raro en mi lo que ella me hacía sentir... sinceramente nunca antes lo había sentido y si era sincero me tenía un poco acongojado aquello. Sentía que ella tenía algún tipo de control sobre mi, pues por mucho que me apeteciese morderla, no podía, algo me impedía que provase su sabre y la hiciese de los mios... y era ¿amor? ¡Oh Dios, hasta la misma palabra me repugnaba! Arrugué la nariz con suavidad y la miré.
-Hola
Saludé desde lejos, simplemente para llamar su atención.
Fenrir Greyback- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 10/01/2011
Re: Larga mañana de Sábado, o quizás no. [Fenrir]
El viento acariciándole el rostro la reconfortaba como nada lo hacía, desde que se había puesto a caminar. Era una sensación lejana a todas las demás, sin lugar a dudas, algo que había que experimentar antes de poder decir cómo era. Recordaba que, montado en una escoba todo se veía distinto, con otro color y energías renovadas, se estuviese jugando al Quidditch o no. Ella para relajarse simplemente volaba a sus anchas, sintiéndose libre y sin nada que la hiciese quedarse en el sitio; allá en las alturas donde era capaz de pensar en sus cosas, darles vueltas y llegar a una solución con mayor facilidad, era una extraña cualidad que tal acción lograba en ella. La trenza se deshacía aún más por momentos debido a que no estaba muy bien hecha, seguramente antes de diez minutos su cabello danzase libremente, pero no era algo que le hiciese mal. Le encantaba sentir cómo danzaba al son del aire mientras paseaba por allí, aunque fuese bastante molesto, todo hay que decirlo. Ello siempre le hacía recordar el primer día que se montó en una escoba, en la de su abuelo para ser más precisos. Había acabado cayéndose al suelo y yendo a San Mungo con rapidez para que le cosiesen una brecha que se había hecho en la frente. A penas cuatro puntos, ni se notaba. Pero el golpe fue monumental, se quedó sin respiración casi un minuto y su abuela, al verla, tuvo que ser sujetada por su padre porque casi le da un mal. El que era patoso era patoso y ella muchas veces lo era. ¿Jugar al Quidditch? No, a ella no la dejarían entrar en el equipo con la mala pata que tenía.
Y le vio. El remolino interior era un completo caos, quizás porque los sentimientos que habían aflorado tan pronto la hacían estar aturdida y aunque pensaba con completa claridad, se asemejaba más a un calamar gigante que a una persona de temblequeante que estaba. Pero no sabía cómo, conseguía serenarse nada más notarlo y podía decirse que no parecía que estuviese temblando. Era como si nunca hubiese recibido un abrazo, la sensación de afabilidad y cariño que este profesaba. Se sentía a gusto rodeando con sus menudos brazos a una persona que conocía bien, cosa que no hubiese hecho normalmente, pero le inspiraba cierta desconfianza y precaución desde que lo miró a los ojos, no sabía por qué pero lo sabía. Mas, lejos de todo eso, un sentimiento más fuerte anidaba en ella, algo que no sabía distinguir muy bien, aunque tenía idea de qué era y ello sonrojaba sus mejillas como un tomate. Si hubiese sido hijo del mismísimo Dumbledore hubiera dado lo mismo, si quizás de magos nada conocidos también, era la persona la que importaba, la que con sus actos y gestos se hacía querer y despertaba sentimientos en la otra. La mezcla de cariño, simpatía, conexión, afinidad, comprensión, amabilidad y muchas cosas que tendría que ir descubriendo con el tiempo fueron las que le impulsaron a tal gesto con el muchacho, simplemente lo había sentido así. Mary había sido, desde muy niña, una persona de sentimientos a flor de piel aunque algo tímida; pero no dudaba en transmitirles lo que sentía a los demás cuando era algo bueno. Siendo sincera consigo misma, jamás había besado a nadie y no se había preguntado nunca cómo sería, ya que era algo que ocurría sin más, que se sabría en el momento exacto de tener a la otra persona frente a ti. Y la saludó. Fue como…coger un traslador y estar a miles de kilómetros de allí, pero tampoco exacto; sin duda especial e indescriptible en sí, nunca había sido buena para las comparaciones. Intentó que no se le notase, más que nada porque tampoco se olvidaba que estaba en frente de un Slytherin de corazón, quizás el más áspero que conocía.
-Hola.-saludó risueña mientras se paraba a su vera, actitud que a veces desesperaba a cualquiera, pero ella quería seguir siendo así.-Pensaba que los Slytherin eran demasiado orgullosos como para saludar a los Gryffindor.-bromeó mientras le sacaba un poco la lengua, divertida-.
Y le vio. El remolino interior era un completo caos, quizás porque los sentimientos que habían aflorado tan pronto la hacían estar aturdida y aunque pensaba con completa claridad, se asemejaba más a un calamar gigante que a una persona de temblequeante que estaba. Pero no sabía cómo, conseguía serenarse nada más notarlo y podía decirse que no parecía que estuviese temblando. Era como si nunca hubiese recibido un abrazo, la sensación de afabilidad y cariño que este profesaba. Se sentía a gusto rodeando con sus menudos brazos a una persona que conocía bien, cosa que no hubiese hecho normalmente, pero le inspiraba cierta desconfianza y precaución desde que lo miró a los ojos, no sabía por qué pero lo sabía. Mas, lejos de todo eso, un sentimiento más fuerte anidaba en ella, algo que no sabía distinguir muy bien, aunque tenía idea de qué era y ello sonrojaba sus mejillas como un tomate. Si hubiese sido hijo del mismísimo Dumbledore hubiera dado lo mismo, si quizás de magos nada conocidos también, era la persona la que importaba, la que con sus actos y gestos se hacía querer y despertaba sentimientos en la otra. La mezcla de cariño, simpatía, conexión, afinidad, comprensión, amabilidad y muchas cosas que tendría que ir descubriendo con el tiempo fueron las que le impulsaron a tal gesto con el muchacho, simplemente lo había sentido así. Mary había sido, desde muy niña, una persona de sentimientos a flor de piel aunque algo tímida; pero no dudaba en transmitirles lo que sentía a los demás cuando era algo bueno. Siendo sincera consigo misma, jamás había besado a nadie y no se había preguntado nunca cómo sería, ya que era algo que ocurría sin más, que se sabría en el momento exacto de tener a la otra persona frente a ti. Y la saludó. Fue como…coger un traslador y estar a miles de kilómetros de allí, pero tampoco exacto; sin duda especial e indescriptible en sí, nunca había sido buena para las comparaciones. Intentó que no se le notase, más que nada porque tampoco se olvidaba que estaba en frente de un Slytherin de corazón, quizás el más áspero que conocía.
-Hola.-saludó risueña mientras se paraba a su vera, actitud que a veces desesperaba a cualquiera, pero ella quería seguir siendo así.-Pensaba que los Slytherin eran demasiado orgullosos como para saludar a los Gryffindor.-bromeó mientras le sacaba un poco la lengua, divertida-.
Mary A. McDonald- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 10/01/2011
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